Una tarde de la pasada primavera, mientras paseaba por un camino lindero a un trigal, distinguí, entre un grupo de amapolas, una florecilla azul que ponía un punto de contraste entre el rojo de la amapolería y el fondo verde del pegujal. El aciano (Centaurea cyanus), que así se llama, además de titular el presente escrito, da nombre a un color: el azul aciano, que envuelve esta flor con un tono azul metálico no exento de singularidad y refinamiento.
La presencia de su agraciada figura en blasón, moneda o pieza de orfebrería realzaría no poco su belleza. No en vano, Annette, personaje de una novela de Guy de Maupassant, cuando su enamorado le pide que elija una flor para que, con su apariencia, un orfebre le diseñe una joya, escoge el aciano como modelo.
La presencia de su agraciada figura en blasón, moneda o pieza de orfebrería realzaría no poco su belleza. No en vano, Annette, personaje de una novela de Guy de Maupassant, cuando su enamorado le pide que elija una flor para que, con su apariencia, un orfebre le diseñe una joya, escoge el aciano como modelo.
Arte, naturaleza y literatura: ¿qué más se puede pedir a esa florecilla, preciosa, que has sabido tú recoger, tiernamente, del suelo y alzar hasta el firmamento de lo sublime? Gracias.
ResponderEliminarHola Antonio, preciosa fotografia y muy bonito texto. Un día de estos tenemos que realizar alguna salida juntos.Un abrazo Luis
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